lunes, 28 de septiembre de 2009

El drama del absurdo real / Nestor Arenas: obra reciente.



Acostumbramos a buscar el “por qué” de todo, en especial cuando de arte se trata, queremos agotar la obra en el entendimiento casi literal de cada detalle. Eso pasa al enfrentarnos a la obra reciente de Nestor Arenas (Holguín, Cuba, 1964). El arte contemporáneo nos ha acostumbrado a buscar conexiones sutiles y oscuras detrás de la obra, dejando de lado en ocasiones, la obra misma y un elemento aun más contemporáneo que los intríngulis filosóficos remanentes de ella; esto es la sensibilidad y el cómo nos sentimos ante la obra, sin detenernos a pensar: sólo sintiendo. El mismo J. Kosuth afirma en El arte después de la Filosofía: “Lo que el arte tiene en común con la lógica y las matemáticas es que es una tautología, es decir, que la idea de arte (u obra) y el arte son una misma cosa”.

Los ambientes creados por Nestor, con pretexto de sus fotografías, destacan por ser una realidad alucinante (a mí me recuerda a otro Arenas, casualmente también holguinero: al Reinaldo Arenas de El mundo alucinante). Sus escenas lúgubres y absurdas, con animales muertos o en situaciones inverosímiles, bañadas por un negro humor, que nos hace sonreír -extraños- ante lo que bien podrían ser los macabros juegos de un oscuro niño, perturbado y genial.

El hombre moderno vive en un mundo científico y racional, donde la “ley de causa y efecto“ pretende explicar todo, pero por momentos -más frecuentes de lo que creemos- el absurdo rebasa el reino de lo imaginario e invade nuestra vida, pues lo sensorial se alimenta del absurdo. Nestor, de algún modo, vincula el absurdo a la condición humana. Ante sus obras, el espectador se enfrenta al “sinsentido” metafísico de su propia existencia. Por eso el artista no se fía de la pintura como modo de expresión y se auxilia de fotografías con un ambiente dramático y aires de “cine basura”.

Estas obras “son sólo lo que ves”. Lo que ves -trasciende lo que “es”- y lo que sientes; el estado de ánimo que suscitan es más importante que las referencias. Algunos estarán debatiendo acerca de su posible “cinismo”, no sé. A mí no me quedan dudas de su sordidez al retratar sin piedad desoladoras escenas tan absurdas, tan reales, tan de cualquiera. Nestor no necesita pretextos para su obra, pero si fuera necesario alguno y los espectadores no se resignaran en su intento de hallarlo, la más sincera verdad es que sería inútil buscarlo fuera del arte.












Obras:
1. Nestor Arenas: 038-BR
2.
Nestor Arenas: RM-BR-004
3.
Nestor Arenas: SNK-05
4.
Nestor Arenas: ALT-T
5. Nestor Arenas: D-012
6. Nestor Arenas: PSK RM-01

domingo, 20 de septiembre de 2009

Jíbaro fuera de la “Copia de seguridad”



Jíbaro es la antítesis de “Doméstico”: el artista es un jíbaro. Su naturaleza creativa lo lleva constantemente a romper los límites, a no ver una pared azul en lugar del horizonte. Jíbaro porque ante los mecanismos de control que crean sistemas y el statu quo, se vuelve montaraz. “Copia de seguridad” es una exposición cuyas obras gritan, en nombre del autor, a los cuatro vientos: soy jíbaro, soy de nadie. Tal es el calibre de la muestra de Rodney González que visité durante mi estancia en Cuba.

Domesticar es la esencia de todo sistema, ya sea ministerio, galería o asociación. El artista, cuando su obra late -libre- dentro, entra en un conflicto dialéctico con todo lo que es ajeno a este proceso. La obra no acepta barreras; el mejor ejemplo de esto son los cerdos jíbaros, de los cuales se vale Rodney para representar a los que se atreven a soñar dentro de un mundo lleno de muros y límites, al punto de rondar el absurdo total.

“Copia de seguridad” -el concepto viene del lenguaje informático- guarda en sí una gran ironía de los “mecanismos de control” y hacia la misma técnica del grabado que usa el artista: la monotipia -una reproducción de carácter único-. Ironía porque el tiempo de las reproducciones ya está superado: asistimos a la era de la clonación; los bytes inundan nuestra vida. Si el desarrollo técnico fue dando, cada vez más, la posibilidad de aumentar el número de tiradas de una obra, los medios digitales franquean todos los límites y acercan este número al infinito.

Si la “serialidad” es una característica muy difícil de obviar para un grabador, la monotipia plantea el reto de lo inesperado, la obra se revela y adquiere matices irreproducibles que se enriquecen con la experiencia; no sólo en cuanto al carácter único de cada pieza, también porque es imposible anticipar el resultado. Esto es rebeldía, no en el mundo normal; sí en un mundo que pretende hacer clones amaestrados en vez de personas. Si la libertad es un ingrediente insoslayable de lo humano, en una sociedad sin ella todo el que rompe los moldes y no se deja domesticar es, a conciencia, un Jíbaro.










Obras:
1. Rodney González: Caminos
2. Rodney González: Jíbaro 5
3. Rodney González: Miedo al vacío
4. Rodney González: Jíbaro 4
5. Rodney González: Jíbaro 1
(Obras de la exposición personal "Copia de seguridad" de Rodney González. Todas las obras son Monotipias impresas sobre lienzo, dimensiones 135 x 96 cm)

domingo, 13 de septiembre de 2009

Una Bienal de Perdedores



Puede parecer extraño pero en la 26 edición de la Bienal Nacional de artes visuales, actualmente expuesta en el Museo de Arte Moderno, no hubo ganadores -aunque se otorgaron premios-. Lo que sí hubo y se puede constatar a simple vista, fueron perdedores -GRANDES PERDEDORES-. Obras que a pesar del paupérrimo nivel artístico de lo admitido en concurso, sobresalen tanto por sus soluciones técnicas como por sus propuestas conceptuales y que de un modo casi mágico fueron ignoradas por el jurado. Perdedores, además, todas las personas que esperan propuestas innovadoras y coherentes y que quedaron desilusionados al ver obras que por su falta de perspectivas y ambiciones artísticas, no están a la altura de las circunstancias. Una bienal es para reunir en un sólo lugar lo más innovador y creativo del quehacer plástico nacional, no un simple concurso de obras trasnochadas y pastiches arropados de desinformación. Gran perdedora, las artes visuales nacionales.

Las obras que el jurado no vio -o no quiso ver; Los grabados “Ella la que domina” I y II de Leonardo Durán, el GRAN PERDEDOR de la bienal, obras de gran nivel técnico y coherente con la gran trayectoria del artista, aunque por otra parte habría que decir que el pésimo diseño museográfico no lo ayudó, poniendo sus obras en paredes diferentes con una obra de otro artista por medio. Los dibujo de Iris V. Pérez Romero “Energía humana fuente de paz” (PERDEDORA) y en especial el de Adelina R. Dore Eusebio “Esto no es poesía” (PERDEDORA), a la cual quisieron consolar con una Mención de Honor, son lo que más sobresale. Expuestas están, además, otras muy pocas obras a las que hacer mención como las pinturas “Equipaje” de Nelson Batista, “Concierto de Aranjuez” de Gustavo A. Peña. y los grabados de Julio C. Peña.

De las obras premiadas no vale la pena hablar, sólo la instalación “Laberinto” de Fausto Ruiz es salvable, por ser una propuesta diferente y bien concebida. Lo demás, al olvido -si es posible olvidar lo que nos causa pesadillas-.

Es hora de reconstruir el prestigio de del evento más importante de las artes visuales dominicanas y para eso lo fundamental es, a la hora de organizarlo, obviar todas las concesiones políticas, compadreo o complicidad existentes; elegir un comité organizador conocedor, y un jurado competente, no en base a títulos y diplomas, bien informados y de incuestionable probidad artística e intelectual. Pero los artistas han de poner de su parte, dejando en casa obras que no son dignas ni de mostrar en el taller a los amigos más íntimos; resucitando el espíritu creador e innovador que caracteriza la cultura dominicana, desafiando todos los convencionalismos y temores.








Obras:
1. Adelina R.Dore Eusebio: "Esto no es poesía" Dibujo sobre lienzo, 72 x 84 Pulgadas
2. Leonardo Durán: "Ella la que domina, I y II" Grabado sobre papel, 38 x 82 Pulgadas (cada una)
3. Iris V. Pérez Romero: "Energía humana fuente de paz", Dibujo, 192 x 48 Pulgadas
4. Fausto Ortíz: "Laberinto", Instalación, 4.5 x 5 Metros.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Luz Permanente-Glexis



Según Platón el artista es un farsante que no crea obras reales, sólo hace copias de copias, pues aunque como buen artesano puede hacer “apariencias”, parecidos, pero nunca esencias: sólo las Ideas divinas y celestiales son verdaderas. Con la obra, La luz Permanente-Quisqueya falla toda la lógica platónica y la obra supera a la realidad, la supera en cuanto nuevo escenario que trasciende la dinámica de lo planificado o predecible y entra el reino de lo “demasiado humano”.

Si el arte no va a imitar a la vida -imposible por definición-, entonces ha de asumir la vida como arte y la serie de eventos de Glexis Novoa “La Luz Permanente-...” ponen en evidencia que cada entorno tiene vida propia. En la Habana no hace falta invitar a pasar a nadie, todos toman parte sin aun saber de que se trata. En Quisqueya todos se quedan en la puerta, en la frontera, haciendo con esto más amplio el espacio del happenings; esperan -inocentes- que se les invite a pasar, que comience el evento, sin saber que ellos son el evento, que cada paso que han dado desde que fueron invitados hasta horas después de salir de la galería es parte de la “eventualidad”. Hasta esto que escribo pensando que lo hago porque me da la gana es parte del plan -del no plan-. Wolf Vostell, uno de los creadores de una tendencia llamada fluxus muy emparentada al happenings y al performance, dijo a propósito de estos que eran “considerar el arte como espacio, el espacio como entorno (environment), el entorno como acontecimiento, el acontecimiento como arte y el arte como vida”.

Ayer Glexis publicó en su canal de Youtube el video del evento (hace unos días yo publiqué una crónica aquí en el Blog). Este video es un documento, pero no es la obra en sí misma. Lo que sucedió la noche del miércoles 19 de agosto en el espacio Estampa-Las Mercedes sólo aconteció allí, y sólo los que estuvieron sabrán lo que pasó y no digo “exactamente”, porque cada cual tendrá una perspectiva diferente -expectativas diversas, satisfechas o insatisfechas de múltiples modos: al fin y al cabo no importa-. Consciente de esto, Glexis al final del video, a modo de epílogo, pone un clic en que alguien dice “esto nunca explicará lo que sucedió esa noche” y es cierto, porque él no intenta explicarlo, ni tan siquiera contarlo, el video sólo hace referencia a un acontecimiento, lo complementa pero no lo limita. No es un testimonio aunque vicariamente puede “hacer las veces de” testimonio.

Lo que queda de la obra no es la obra, el valor estético reside, digo reside y no residió, porque la obra sigue aconteciendo en alguna dimensión extraña. Quedan documentos, testimonios o rumores; pero el apoteosis ocurre cuando lo acontecido de tanto ser contado y reinventado en el narrar se convierte en una especie de mito cultural -todos hablan de un algo que dicen que ocurrió, pero nadie tiene certeza de que pasó-. No se “purificó” estéticamente la realidad, si no que las fronteras de lo estético se ampliaron hasta abarcar lo “automático” del espectador, el cual desaparece en cuanto tal para integrarse en la acción, fusionando así el arte y la vida, diluyendo los límites de lo estético.

Acerca del video:
La Luz Permanente-Quisqueya / Glexis Novoa © 2009